Paco es barrendero del Raval, le toca un viaje a Nueva York en primera clase; primer premio de la generosa cesta de Navidad del bar La Trobada, donde cada madrugada, antes de la faena, despacha el Sport y el café con porras. Nunca hasta entonces le ha tocado nada.
Sin mujer, sin hijos, sin amigos que se le conozcan, decide ir solo como una merecida recompensa a la sufrida rutina diaria. Entre bromas, cánticos y collejas, sus compañeros le despiden en la Terminal 2 del Prat.
Paco, con la mirada nerviosa, entra en el túnel de embarque empujado por la marea de viajeros que avanzan y hablan, algunos en un idioma ajeno. Alza su cabeza y con el maleta en la mano recorre con la vista la fila de asientos buscando el C7.
Cuando llega, descubre junto a la ventanilla a una mujer joven, exótica, morena y atractiva, con un cuerpazo propio de las revistas del Paralelo. Está leyendo un Vogue con anotaciones de números de teléfono en el margen, y con la que apenas cruza una fugaz mirada.
Guarda celosamente su equipaje de mano y se acomoda auscultando ahora con el rabillo del ojo a su impresionante compañera.
Ella, al sentirse observada, turbada, le dirige una mirada fugaz, nerviosa, con una sonrisa que le deslumbra. Pero al verle, al ver su figura delgada, tranquila y pausada, lenta incluso para hablar, hace que el azul de su mirada se clave y una extraña sensación le recorra la espalda como una corriente alterna de 10.000 kilovatios.
Es como si ya le conociera…
Aunque pudiera parecer el comienzo de un relato de ficción, lo que realmente pretendo con esta introducción es explicar la llamada teoría de los Seis grados de separación, que el escritor húngaro Frigyes Kerinthy plasmó en su libro de relatos Chains. Y según la cual cualquier persona está conectada a otra a través de una cadena de conocidos con no más de cinco eslabones o puntos de unión. Sólo seis niveles nos separan de cualquier persona del planeta.
Seis.
Pero volvamos a nuestro escenario: personas que viajan solas, independientes, de distintas procedencias, edades y clases sociales. Ejecutivos ensimismados en sus quehaceres troquelan su atención comprobando sus mensajes de teléfono, ojeando la prensa, leyendo revistas que les transportan a mundos y gentes lejanas a través de páginas de literatura, noticias e informes de mercadotecnia. Hablan distintas lenguas. Se miran cruzándose los unos con los otros rápidamente en sus pensamientos sin que ninguno de ellos exprese deseo alguno de relacionarse.
¿Qué les puede unir?
El concepto de la Teoría de los Seis grados de separación está basado en la idea de que el número de conocidos crece exponencialmente con el número de enlaces en la cadena humana y de esta manera solo se necesita un pequeño número de enlaces para que los conocidos se conviertan en toda la población humana.
Imaginemos que cada persona conoce de media, entre amigos, familiares y compañeros de trabajo, a unas 100 personas. Si cada uno de esos amigos o conocidos se relaciona con otras 100, cualquier individuo puede pasar un recado a 10.000 personas más tan sólo pidiendo a un amigo que pase el mensaje a sus respectivos amigos.
A estos 10.000 individuos los llamaremos contactos de segundo nivel. Son aquellos a los que una persona no conoce pero que puede hacerlo fácilmente pidiendo a sus amigos o conocidos que se los presenten, y a los que a menudo se suele recurrir para ocupar, por ejemplo, un puesto de trabajo. Cuando preguntamos, si conoces a una persona que pudiera trabajar como secretaria en tu oficina, estamos tirando de esa maraña de redes sociales que normalmente hacen funcionar nuestra sociedad.
Si esos 10.000 individuos conocen otros 100, la red ya se ampliaría a 1.000.000 de personas conectados ahora en un tercer nivel, a 100.000.000 en un cuarto nivel, a 10.000.000.000 en un quinto nivel y a 1.000.000.000.000 en un sexto nivel.
¿Por cierto, cuántas personas hay en el mundo? Unos 7.200.000 millones de hombres y mujeres que nos miran y nos observan con ojos expectantes con ganas de comunicarse.
De esta manera, en seis pasos y con las tecnologías disponibles hoy en día, se podría enviar un mensaje a cualquier individuo del planeta.
Pero hagamos la prueba en el caso que nos ocupa:
Paso 1. Paco, barrendero del Raval, conoce a Francesc, portero del Hostal La Boquería, con quien suele despachar la actualidad de la Liga a primerísima hora de la mañana.
Paso 2. Francesc conoce a Octavi, recepcionista del prestigioso Hotel Ars, situado en el Puerto Olímpico de la Ciudad Condal.
Paso 3. Octavi es amigo de Ramón, Director de Recursos humanos de la cadena propietaria del hotel. Y que fue quien le contrató.
Paso 4. Ramón juega al tenis todos los jueves en el Club Barcino con Vladimir, que es para más señas, quien le organizó la fiesta de cumpleaños a CR7 en una célebre discoteca próxima al hotel en su paso por Barcelona. Aquella famosa fiesta que apareció en su día en toda la prensa deportiva. Muy criticada, por cierto.
Paso 5. Y finalmente es de Perogrullo decir que la bella y exótica Irina fue, a día de hoy, la novia del célebre jugador de fútbol antes mencionado.
Eureka! Conseguimos que la ficción se transforme en realidad; unir a Paco, de profesión barrendero, y a la bella Irina, reina mundial de la pasarela.
¿Verdad que forman una extraordinaria pareja?