La incautación y traslado de los Grecos del Hospital de la Caridad de Illescas hasta Madrid durante el otoño de 1936 fue uno de los episodios más particulares de cuantos sufrieron las obras del artista a lo largo de la contienda.
Todo empieza en 1936 cuando las tropas de Franco en su avance hacia Madrid y camino de la localidad toledana de Illescas empieza a preocupar a la Junta de Incautación y Salvación del Tesoro Artístico Nacional del Museo del Prado porque allí se encontraba en peligro una colección única de cinco Grecos: La Anunciación, La Natividad, La Virgen de la Caridad, La Coronación de la Virgen y San Ildefonso.
Los cuadros, según denunciaba un anónimo enviado al director del Museo del Prado, corrían el riesgo de ser robados o destruidos tras haber sido desalojados de sus marcos y escondidos en el interior de una cueva del municipio ante el temor de ser destruídos por la artillería de Franco.
La Junta de Madrid envió a sus efectivos hasta la localidad toledana para trasladar las pinturas hasta el Museo del Prado, pero allí se encontraron con una rotunda negativa por parte del alcalde, totalmente contrario a que los lienzos abandonasen la villa.
Los hechos comparten la tozudez del alcalde de Illescas: “¡De Illescas no sale ni un alfiler!.
Finalmente, tras una dura negociación y la cercanía de las bombas de Franco, el edil accedió al conocer que los Grecos, que ya llegaron en muy mal estado, serían depositados en una cámara subterránea del Banco de España y que él mismo recibiría una única copia de las llaves. Así de desconfiado era el alcalde.
El trato fue novelesco: los illescanos sólo entregaron los cuadros después de que se embalaran allí mismo y se precintasen las cajas, guardándose en una caja fuerte las llaves de la cámara que quedarían custodiadas por el alcalde.
Según se cuenta, la catastrófica decisión fue inducida por un artículo aparecido en el diario conservador londinense The Morning Post, que aseguraba que debían utilizarse tales sótanos para depósito general de los cuadros y no hacerlos viajar a Valencia, junto con el gobierno de la República.
Sin embargo los dictámenes técnicos decían exactamente lo contrario: En primer lugar, los cuadros no podían pasar por las puertas de seguridad de la cámara. En segundo, su capacidad era muy limitada; y en tercer lugar estos locales no reunían ni remotamente las mínimas condiciones de conservación.
La llegada a Madrid de los cuadros, en cuyo traslado participó el escultor Emiliano Barral, se produjo el 7 de octubre de 1936. Permanecieron durante 7 meses en el emplazamiento previsto hasta que la preocupación por su conservación, sumada a la desaparición del alcalde de Illescas tras la caída del municipio en manos nacionales, movió a la Junta a solicitar la apertura de la cámara.
Hubo anuncios en la radio para que se presentara el alcalde desaparecido de Illescas para abrir la cámara que contenían los cuadros, pero sin noticia alguna, allí no aparecieron ni él ni sus llaves.
Cuando la cámara se abrió, no sé con qué llave por cierto, todos se quedaron estupefactos: la humedad había pasado una gran factura a los lienzos y estos habían quedado prácticamente irreconocibles, más bien fosilizados.
Cuando se abrieron las cajas el espectáculo era dantesco: «no se distinguen las pinturas, todos están tapados por el moho, aparecen arrugados los lienzos y los bastidores muy alabeados. Una capa de vegetación parásita cubría la pintura por completo, hasta el punto de no poder saber en absoluto qué pintura había debajo. El frío, la humedad, la falta de aireación habían hecho su obra…” La Coronación de la Virgen está comida por completo por los hongos y el lienzo medio podrido, tal y como se lee en el acta notarial que se levanta en la apertura de las cajas.
Cuando los restauradores del Prado vieron aquel panorama, en un principio los dieron por perdidos (véase la foto). Aún así decidieron trasladarlos a los talleres del Prado, donde un célebre restaurador llamado Jerónimo Seisdedos (restaurador del Prado desde 1922) se hizo cargo del trabajo. Era especialista en el Greco, hay una copia bastante buena que hizo del cuadro «La familia del Greco».
Finalmente, los cuadros no solamente fueron recuperados, sino que su restauración permitió devolverlos a su estado primitivo.
Los Grecos regresarían a Illescas a mediados de los años cuarenta.
Sobre este curioso episodio Manuel Chaves Nogales (1897-1944) fabuló una novela en «El tesoro de Briesca» una historia dramática a partir de un hecho espectacular. (Sustituyó Illescas por Briesca).
Ahí os dejo con el antes y el después de la restauración.