Cuando vas al museo Lázaro Galdiano en la calle Serrano de Madrid por primera vez y tienes la suerte de que el bedel de turno, aburrido de no hacer nada y con ganas de hablar con quien se tercie, se fije en ti porque te has pasado un buen rato mirando y remirando un cuadro, sacando las gafas una y otra vez, porque no dabas crédito a lo que leías: «El Salvador adolescente, obra de Leonardo da Vinci». (Un Leonardo da Vinci en lo que fue una colección privada),… es que te ha tocado la lotería. Porque para mí no hay fuente mejor (las audioguías son un tostón) que recibir la información directamente de quien la está contemplando todos los días y a que a buen seguro se la sabe mejor que nadie.
«El Salvador adolescente» del Museo Lázaro Galdiano de Madrid encierra todos los ingredientes para un best seller, más si te la cuentan de esta manera.
Este cuadro de solo 25 centímetros de alto por 18,5 de ancho es la gran joya del museo. Sin embargo, según nuestro interlocutor, jamás ha podido gozar de una paternidad contrastada: “Atribuido a Leonardo da Vinci” o “Círculo de Leonardo da Vinci” son tan solo algunos de los carteles que a través del tiempo se le han colgado. Según la plaquita de bronce lo datan entre 1490 y 1495 y, a día de hoy, la pintura está atribuida a Giovanni Antonio Boltraffio, discípulo de Leonardo.
La fascinación ante este cuadro es todavía mayor teniendo en cuenta que a Leonardo da Vinci no se le conocen más de 20 pinturas. Y ninguna de ellas está en las colecciones españolas.
Ninguna?, dice con ironía nuestro bedel. Pregunte, pregunte a la National Gallery qué opina sobre el tema. Porque la National Gallery se posicionó claramente a favor de su autoría al incluirla en su muestra: Leonardo da Vinci. Pintor en la Corte de Milán.
La obra representa el busto de un joven Jesucristo de unos 12 años, la boca entreabierta y con una expresión tan ambigua y enigmática como la de La Gioconda del Louvre.
Su historia fue dada a conocer por Rubén Darío, gran amigo del mecenas, en un artículo publicado en 1899: El anticuario madrileño José Domínguez Carrascal adquirió la pintura en un pueblo de Valladolid. El cuadro procedía de un convento y había sido vendido a un particular después de la expulsión de las comunidades religiosas de España. No se sabe por cuánto lo consiguió el anticuario madrileño, pero sí se conoce que se lo ofreció al entonces director del Museo del Prado, Luís Álvarez, por 1.500 pesetas.
Pero en aquellos años, El Prado no tenía presupuesto para adquisiciones, así que el anticuario se lo ofreció a Lázaro Galdiano por 1.000 pesetas. El financiero y mecenas consiguió la obra por 850 pts, pagadas, para más Inri, en dos plazos. Un negocio redondo.
Leonardo o no, el cuadro es una maravilla y bien valieron las 850 rupias pagadas en su día.
O no?, me increpa nuestro bedel con las monturas de las gafas bajadas al extremo de su nariz, maneras de castizo de Chamberí y mirada desafiante.
Tan amigos nos hicimos que quedamos para una visita posterior en la que prometía desvelar otros secretos del Lázaro Galdiano.
Allí estaré.