Carl Warner. Liverpool 1963. Fotógrafo de alimentos.
Nuestro Archimboldo del siglo XXI. A la edad de siete años se trasladó a Kent con sus padres. Como hijo único, pasaba horas en su habitación escuchando música, dibujando y creando mundos en su imaginación inspirados en los carteles que colgaban en sus paredes: Salvador Dalí y Patrick Woodroofe.
Carl comenzó su carrera en Maidstone College of Art con el fin de convertirse en un ilustrador, pero rápidamente descubrió que sus ideas eran más adecuadas para la fotografía porque la veía como una vía más rápida de trabajo. En 1985 se convirtió en asistente de David Lowe, un fotógrafo con sede en Knightsbridge, Londres, donde conoció a directores de arte, modelistas y retocadores que creaban imágenes para la industria de la publicidad. Después de un año de asistente de Lowe, comenzó a trabajar como fotógrafo para agencias de publicidad, estudios de diseño gráfico y agencias de relaciones públicas.
Habiéndose convertido en un fotógrafo de publicidad con éxito desde mediados a finales de los 80 hasta mediados de los 90, a partir de esa fecha se encontró con que su trabajo tenía cada vez menos demanda. Un día mientras caminaba por un mercado encontró algunas setas de Portobello que en ese momento se imaginaba como una especie de árbol en un mundo extraño. Así que se los llevó de vuelta a su estudio con algunos otros ingredientes como semillas de arroz y frijoles con el fin de tratar de crear una escena en miniatura sobre una mesa.
Y así empezó todo.